EL NUEVO TITANIC

miércoles, 8 de octubre de 2008

Cuentan las lenguas antiguas que hubo una vez un empleado del Sevilla que colaboró en muchos momentos de gloria. Ése empleado que jamás había conocido las mieles de la grandeza, era el capitán de un barco triunfador.

Tenía a su disposición la mejor tripulación posible y un armador (su jefe), que estaba orgulloso de tenerle como capitán de la nave.

Pero un día vino otro armador. Y tras unos momentos de zozobra en el gran barco del que era capitán, abandonó el barco como una rata.

Dejó a su armador tirado, dejó a su tripulación tirada y sóla ante el abismo que se avecinaba.

Se fue como los cobardes. Se fue por treinta monedas de plata y se convirtió en un proscrito para la empresa de su armador y su tripulación.

Le pusieron en sus manos mucha plata, pero un barco muy muy malo, con unos marineros pésimos. Y claro, el triste capitán volvió a lo que había sido toda su vida:

Un capitán mediocre.

Y aquí tienen la prueba. Muy muy rico en plata, pero muy muy pobre como Capitán competente.
Y es que hay un dicho que dice que a cada cerdo le llega su San Martín.

Para verlo ampliado, pulsa sobre la foto.

Que pena me da el bucanero éste. Ja ja ja ja.

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